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El corazón roto

  • Por: Karen Chuca
  • 4 feb 2016
  • 1 Min. de lectura

No cabe duda de que ciertas emociones llegan a causar dolores físicos insoportables. Dada la riqueza de asociaciones neuronales que impregna nuestro cerebro, una persona puede experimentar de nuevo un viejo dolor simplemente recordando la situación que lo causó.


Esto es así porque tenemos una memoria sensorial, aparte de la cognitiva, o sea, la que concierne al mero almacenamiento y recuperación de datos. Pero uno y otro tipo de memoria están conectadas por la llamada corteza de asociación límbica, una especie de encrucijada neurológica que hace que un determinado dolor adquiera un significado emocional, y viceversa.


"Por norma acostumbramos a expresar los recuerdos con palabras, pero no siempre es así. Hace poco atendí a una paciente con un dolor severo en la espalda que los médicos no acertaban a diagnosticar. Cuando en un momento de la entrevista pregunté por el marido, la mujer se incorporó como impulsada por un resorte y gritó ¡Ay!, a la vez se llevaba la mano a la espalda. La conflictiva relación con el cónyuge era codificada por la paciente en forma de un dolor en la región lumbar", explica el doctor González de Rivera.


Recientes investigaciones apuntan que los cerebros deprimidos presentan, por decirlo de una forma sencilla, una mayor dificultad para procesar la información sensorial a nivel del sistema nervioso central. Esta situación conlleva una mayor tendencia a efectuar codificaciones mentales pobres y primitivas, que se traducen en dolores psicógenos.


Fuente: muyinteresante.com

 
 
 

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